miércoles, 10 de junio de 2015

Persiguiendo un sueño

Cadetes de la Academia Militar de la Guardia Nacional Bolivariana/Crédito: militar.org.ua


Por: Merlyn Gamboa

Viajar a Caracas no fue una decisión fácil Rossi Alcalá y su hijo Oscar Gamboa. A las 11:30 minutos de la noche del domingo 27 de enero, por cumplir el capricho o la vocación de un joven que dice querer ser militar de su país, ambos partieron en un autobús de la línea Sol y Mar desde Barcelona hasta Caracas, con el objetivo de pre-inscribir al joven en la Escuela de Formación de Oficiales de las Fuerzas Armadas de Cooperación (Efofac).

El flamante viaje se convirtió en un total estrés para dos seres buscadores de una aventura en una ciudad que no perdona. El viaje duró nueve horas; el doble de lo que normalmente dura cualquier bus para llegar al Terminal de Oriente. Con la tardanza del trasporte no dio tiempo ni de sentir lo que representa estar en una ciudad tan grande y ruidosa como lo es la capital de este país llamado Venezuela.

Entre una buseta que los llevaría al metro de Petare para luego dirigirse a Plaza Venezuela, comienzan a sentirse como forasteros persiguiendo un sueño que cada vez está más lejos.

El reloj corría a velocidad de caballo. Eran las 8:30 de la mañana del lunes 28 cuando entre gritos de personas bajando y subiendo del metro, logran salir y montarse en un taxi que los llevaría a Fuerte Tiuna.

En la cancha de entrenamiento de la Academia Militar de la Guardia Nacional, Oscar y Rossi esperaban junto a más de 5 mil almas que perseguían el mismo anhelo, escuchar una voz que les permitiera la entrada a lo que sería el primer paso en el camino del joven por convertirse en defensor de la Patria.

Comienzan a revelarse las consecuencias de un viaje tan largo, el dolor de cabeza y el rugido de un estómago recordando el tiempo que llevan sin probar comida, acompañados de un frío que congelaba la piel y la incomodidad de los asientos.

Escuela de oficiales de la GNB/Crédito: wikimapia.org


Llegaron las 11:30 del día cuando por fin se escuchó muy a lo lejos una persona
diciéndoles que comenzarían a entrar a las 2:00 de la tarde, pues, deberían esperar que
saliera el primer grupo, que entró a las 7:00 de la mañana.

La necesidad era clara, necesitaban comida pero no tenía dinero suficiente para satisfacer su hambre por completo. Comprar una salsa de maíz con pollo y un jugo de naranja en una feria de comida que se encontraba en Fuerte Tiuna les dio las fuerzas para esperar el resto de la odisea.

Al regresar, la incertidumbre de no saber si lo aceptarían o no, y la preocupación de estar en una ciudad ajena y sin dinero suficiente se apoderaron de la joven madre. Sin embargo, se hicieron las 3:30 de la tarde cuando finalmente pudo entrar el muchacho nervioso a su examen.

Luego de tanta espera y zozobra, Rossi no aguantó la angustia y decidió enviarle un mensaje a su hijo para saber qué había sucedido, y este le respondió que saldría en 10 minutos de la prueba.

Al finalizar el día, luego de tanto estrés fueron en buseta al Terminal De La Bandera, a
las 7:00 de la noche, pero de allí no salían unidades para Oriente. Les tocó trasladarse al
terminal de Rodovías, donde no había pasajes hasta el otro día.

Después de un largo tiempo, un taxi los llevó de regreso a ese lugar que pensaron no volverían ese día, su casa.

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