Salvador Passalacqua (@spassalacqua)
En 2006, el programa de becas abrió el campus a aspirantes de escasos recursos, con diversidad funcional y de comunidades indígenas. Actualmente representa un ejemplo nacional de optimismo nacido en Anzoátegui.
Unos 186 bachilleres que parecían destinados a abandonar sus sueños por la falta de oportunidades de estudio, esperan alcanzar el éxito profesional en la casa más alta a través de esta inciativa.
La coordinadora de Saber, Emma Zambrano, explicó que el proyecto ha sobrevivido con el mismo presupuesto con el que inició, insuficiente para cubrir el ingreso anual de 300 jóvenes.
Las medidas de permanencia requieren de sacrificios de los estudiantes. “Si tienes bajo rendimiento académico o abandonas por cualquier otra razón, queda una vacante que se convertirá en un nuevo ingreso”, detalló Zambrano.
El Proyecto Saber asigna un bono equivalente a la mitad del salario mínimo a quienes viven en el área metropolitana y una beca para cubrir los gastos residenciales de quienes habitan en zonas extraurbanas.
El alumno Willy Véliz es uno de los beneficiarios. Llegó de Guárico con la meta de graduarse de ingeniero petrolero y ha acumulado el mejor promedio del grupo a sus 19 años de edad.
Otro de los becarios, Miguel Rojas, cursa octavo semestre de Ingeniería en Computación, sobreponiéndose a la infraestructura no apta para discapacitados. “En el futuro quiero poder ayudar a mi familia y a todas las personas que quieran salir adelante”, expresó desde su silla de ruedas, en la que descansa sin extremidades.
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