Por:
Ángelo Guaregua Traviesso / @angelotraviesso
Elegante, risueña, altiva y con un optimismo que
transmite en su mirada. Así es María Isoliett Iglesias. Se trata de la
periodista que trató de sensibilizar la fuente de sucesos en su país.
Se encuentra en Caracas y allí ha labrado su carrera
profesional. Confiesa que nunca pensó convertirse en periodista. “De pequeña
quería ser quería ser cantante, aunque siempre he cantado terrible”, dice entre
risas.
Inició en El Universal en el área de política y luego
conoció la fuente que le permitió valorar la vida e imponer su propio estilo en
la redacción de crónicas, la de sucesos.
“Tengo una gratitud infinita hacia quienes se
sentaron a contarme su dolor a pesar de las circunstancias”, relata.
La periodista enuncia que no hay que tener miedo a vivir
a plenitud los momentos de felicidad. “En un país como Venezuela no sabemos con
certeza si habrá un mañana para poderlos vivir”, enfatiza.
La
escritura, amiga fiel
“Siempre supe que lo mío era escribir”, comenta con
nostalgia. Durante sus años de formación académica su padre le había predicho
que iba a ser autora de libros. “Me hubiese encantando que mi papá leyese
alguna de mis obras”, expresa.
Se declara admiradora de Leila Guerriero y espera
que algún día pueda asemejarse a ella. Recomienda leer Tres tristes tazas de té, una de las más célebres crónicas de
Guerriero.
Isoliett Iglesias tiene en su haber tres obras: Me tiraste la hembra pa’l piso, Y nos
comimos la luz y Capítulo Final.
El último lo escribió en compañía de Deivis Ramírez Miranda y trata sobre el
asesinato de la actriz y Miss Venezuela 2004, Mónica Spear.
Simplemente
“Manoa”
Algo que si procuró fue tener una identidad y por
eso obtuvo su alias, Manoa. Cuenta que
su pseudónimo fue una ocurrencia que surgió al mimetizarse con los rasgos
usuales de su fuente.
“Los policías y los malandros usan alias, así que yo
dije: yo tengo que tener el mío”, agrega.
Comenta que ha tres versiones del origen de apodo.
Refiere que la primera fue que un día, leyendo a Montejo, llegó a Manoa y se
enamoró.
Añade que la segunda posibilidad es que fue colocado
por su padre ya que ella fue la consecuencia de haber hallado a su amor. La
tercera es que alguien le dedicó el poema y desde entonces le empezó a decir
así.
“Solo una es la verdadera”, dice entre risas.
El
optimismo, un baluarte
Isoliett se declara una mujer soñadora. Relata que
tiene muchos planes, metas y sueños por cumplir. “La maternidad es mi
realización como mujer. Se me ha hecho muy difícil convertirme en madre, ese
deseo se lo dejo a la vida”, confiesa.
Su sonrisa carismática es una carta de presentación.
No se le fue ni después de haberse encontrado con una de las mentes criminales
a la que ha entrevistado, “El Pecky”.
Cuenta que para drenar “esa carga negativa”, suele
cantar mientras se baña y es una especie de ritual. Revela que siempre quiere
“ver el vaso medio lleno y nunca medio vacío”.
Ryszard Kapuściński dijo alguna vez que para ser
periodista hay que ser, ante todo, buena persona. Esta frase parece encajarle a
la mujer que, tras codearse con una de las fuentes más difíciles, no perdió su
esencia noble ni su respeto por la vida.
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