Por Arianna De Sousa/ @ariadeousa
"...Y
acompañados
o no, todos se sentían
solos".
Héctor Torres
Héctor Torres
La
editorial Sudaquia lanzó en el año 2008 La huella del bisonte, una novela del venezolano Héctor Torres. Libro de erotismo
exquisito y delicado, páginas
tan femeninas como los senos de una mujer, su autor parece comprender en su
totalidad cómo es que nuestro cuerpo de pronto
comienza a despertar.
La
historia se desarrolla en la Caracas de los 90's, ciudad que sin lugar a dudas
es una mujer, una dama que como todas puede destruirte el alma, el orgullo, las
virtudes. Torres es ojos, olfato, tacto, todo sentidos. Nos pasea en un bus por
la ciudad de la furia, nos hace ser hombres y disfrutar de la vista de unas
piernas jóvenes; ser mujer y esquivar las
miradas y comentarios faltos de pudor que le lanzan a cualquiera que se atreva
a florecer.
Toda
niña, incluso antes de nacer, es
preparada pare ser mujer, el escritor nos lleva a ese momento, a los primeros
cambios y al primer roce, tiene un catálogo
mental con los rosados de las mejillas jóvenes.
Sabe como galopa nuestro pecho con los temores que despiertan todo despertar.
Nos ilustra la inteligencia maquiavélica
y el teasing descontrolado del desparpajo de la juventud.
Todas
las mujeres del mundo están
expuestas en esas páginas,
en las féminas de su relato. Algunas tuvimos la
dicha de conocer a algún
Mario o Francisco y enloquecernos junto a él,
llorarlo y salir vivas de ello, es que nadie crece sin romperse un poco y sin
componerse otro poco más,
como una ecuación
con sus sumas y restas.
La
huella del bisonte nos revela que las piezas de nuestra vida están ahí por
una razón, todas permanecen el tiempo exacto
que deben estar, así como en el tetris,
que nuestras carencias se hacen notar a toda costa y no es si no en
retrospectiva que lo notamos. Que los cabos, al final, no están tan sueltos.
Una
fotografía inevitable del libro es la batalla
madre e hija, porque pasa que de pronto no somos hijos, de pronto alguien pestañeó y
ya somos individuos viviendo la vida junto a otras personas que están ahí desde
siempre. Entonces me convenzo de que volvemos a ser hijos cuando somos padres,
y no antes.
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