jueves, 12 de febrero de 2015

¿Ya leiste La huella del bisonte? un libro de Héctor Torres


Por Arianna De Sousa/ @ariadeousa

"...Y acompañados o no, todos se sentían solos".
Héctor Torres

La editorial Sudaquia lanzó en el año 2008 La huella del bisonte, una novela del venezolano Héctor Torres. Libro de erotismo exquisito y delicado, páginas tan femeninas como los senos de una mujer, su autor parece comprender en su totalidad cómo es que nuestro cuerpo de pronto comienza a despertar.

La historia se desarrolla en la Caracas de los 90's, ciudad que sin lugar a dudas es una mujer, una dama que como todas puede destruirte el alma, el orgullo, las virtudes. Torres es ojos, olfato, tacto, todo sentidos. Nos pasea en un bus por la ciudad de la furia, nos hace ser hombres y disfrutar de la vista de unas piernas jóvenes; ser mujer y esquivar las miradas y comentarios faltos de pudor que le lanzan a cualquiera que se atreva a florecer.

Toda niña, incluso antes de nacer, es preparada pare ser mujer, el escritor nos lleva a ese momento, a los primeros cambios y al primer roce, tiene un catálogo mental con los rosados de las mejillas jóvenes. Sabe como galopa nuestro pecho con los temores que despiertan todo despertar. Nos ilustra la inteligencia maquiavélica y el teasing descontrolado del desparpajo de la juventud.

Todas las mujeres del mundo están expuestas en esas páginas, en las féminas de su relato. Algunas tuvimos la dicha de conocer a algún Mario o Francisco y enloquecernos junto a él, llorarlo y salir vivas de ello, es que nadie crece sin romperse un poco y sin componerse otro poco más, como una ecuación con sus sumas y restas.

La huella del bisonte nos revela que las piezas de nuestra vida están ahí por una razón, todas permanecen el tiempo exacto que deben estar, así como en el tetris, que nuestras carencias se hacen notar a toda costa y no es si no en retrospectiva que lo notamos. Que los cabos, al final, no están tan sueltos.

Una fotografía inevitable del libro es la batalla madre e hija, porque pasa que de pronto no somos hijos, de pronto alguien pestañeó y ya somos individuos viviendo la vida junto a otras personas que están ahí desde siempre. Entonces me convenzo de que volvemos a ser hijos cuando somos padres, y no antes.



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