El poder del dólar se ha ido incrementando en el país de manera progresiva. Cortesía |
Aunque parezca increíble, un fenómeno esta sucediendo en Venezuela , mientras menos dólares existan, mas dolarizada está y estará la economía.
Dentro de la economía nacional existe una gran cantidad de productos que son traídos a la nación por intermedio de la moneda verde, para luego ser trasladado a moneda local . Siendo El bolívar utilizado como un medio de cambio final.
Sin perjuicio de ello, en muchas operaciones de compra y venta se ahorran el proceso de traducir en bolívares, y la operación se contabiliza y se realiza directamente en dólares constantes y sonantes. Pero, el problema particular es. ¿A cómo se consigue cada dólar?.
Si alguien no puede conseguirlo, queda fuera de ese mercado. Así de simple. Es decir, el dólar se utiliza plenamente, en esos casos, como unidad de cuenta, como medio de cambio y como depósito de valor.
Aún cuando esta desvinculado de las operaciones nacionales , es recomendable que esta moneda extranjera se use se utilice como medio de cambio de valor.
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Cuando existe una inflación superior al 25 % anual, que se come día a día el valor de esos activos, la inflación del bolívar no aparece como un buen mecanismo de conservación del valor ni como una buena unidad de cuenta. Escasamente se le usa como un mecanismo de cambio del cual es bueno deshacerse tan rápido como se pueda.
En Venezuela los dólares se concentran inicialmente en manos del Gobierno, de Pdvsa y/o del Banco Central, todo lo cual se puede simplificar diciendo sencillamente que se concentran en manos del Gobierno.
En una economía altamente dolarizada manejar 90% o más de los dólares, da un poder extraordinario al gobierno de turno. Mucho más poder, incluso, mientras más alto sea el precio que la ciudadanía está dispuesta a pagar por cada dólar. Poder para redistribuir la riqueza entre amigos y militantes. Poder para permitir o negar la dolarización de los activos en bolívares. Poder para crear o hundir a burguesías afines o contrarias. Poder para asignar o negar favores. Poder para comprar amigos. Poder, en definitiva, para mejorar la economía y la moral del país o para hundirlas en abismos insondables desde los cuales es difícil salir.
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